23 nov 2012

Antropología,dinero y estupidez.



 Antes de la Primera Guerra Mundial las islas Palau (anteriormente  Pelew) pertenecían a Alemania, que en 1899 las habla comprado a  España. Luego, en 1918, se convirtieron en mandato japonés. Con desprecio de la obligación impuesta por la Liga de las Naciones, el Japón las convirtió en bases fortificadas, que le fueron muy útiles durante la Segunda Guerra Mundial. Las islas Palau fueron escenarios de los más sangrientos combates librados en el Pacífico, y la isla central,  la de Yap, adquirió notoriedad en la historia de la guerra. Actualmente todo el grupo de islas se encuentra en manos norteamericanas.
Pero mucho antes de los alemanes, los japoneses o los norteamericanos, Yap era famosa por cierta particularidad: su moneda. Aunque   inocentes y primitivos, los nativos de bronceada piel conocían la institución del dinero. El único inconveniente era que Yap carecía absolutamente de metales; y si bien había abundancia de conchas, frutos y dientes de animales, los habitantes de Yap llegaron a la conclusión deque un sistema monetario fundado en estos objetos tan comunes carecería de la estabilidad necesaria. Era preciso hallar un material tipo que poseyera auténtico valor intrínseco.
En definitiva, eligieron el producto de una isla situada a doscientas millas de distancia: las piedras de una gran cantera, un material perfecto para la fabricación de ruedas de molino. La isla estaba a
gran distancia; extraer y dar forma a las piedras implicaba considerable esfuerzo. Por consiguiente, se dijeron los habitantes de Yap, habían hallado la moneda perfecta. Una piedra redonda y chata de aproximadamente un pie de diámetro correspondía más o menos a media corona o a un dólar de plata.    Si se la perforaba en el centro, se podía pasar un palo por el agujero, y llevarla al mercado... aunque el portador no pudiera caminar muy erecto. Cuanto más grande la piedra, mayor su valor. La enorme piedra de molino de doce pies de diámetro era el equivalente de un billete de mil dólares; y el agujero practicado en el centro podía dar cabida al jefe indígena más corpulento.
Pero, ¿cómo se utilizaba esta moneda? ¿Era preciso trasladar estas piedras, cuyo peso era de varias toneladas, cada vez que se compraba o vendía algo? El pueblo de Yap era demasiado inteligente para acometer tan pesada tarea. Se dejaban las piedras en el sitio original, en el jardín o en el patio del primer propietario; adquirían la condición de propiedad inmueble, y se las transfería sencillamente a nombre del  nuevo propietario. El pueblo de Yap carece de lenguaje escrito, de   modo que el convenio era puramente verbal; pero era respetado más fielmente que un documento de cincuenta páginas redactado por un regimiento de abogados. En Yap había muchos hombres adinerados  cuya “riqueza” se hallaba dispersa por toda la isla. Naturalmente, teníanderecho a visitar su propiedad, a inspeccionarla, a sentarse en el agujero central y a satisfacer su orgullo de propietarios. Y en este orgullo  se complacían tanto como el avaro que recuenta su dinero o el accionista que corta sus cupones.
Pero la historia no acaba aquí. Yap sufre a menudo tifones tropicales. Tampoco son raros los maremotos. A veces se descargaban con  enorme violencia, y las grandes piedras iban a parar a las lagunas. Una vez superado el difícil momento, reparadas las chozas y enterrados los  muertos, los nativos se dedicaban a buscar el dinero que habían perdido.   Lo hallaban en el fondo de los lagos, claramente visible gracias a la transparencia de las aguas. Pero, establecida la ubicación de las piedras, a nadie se le pasaba  por la cabeza la idea de rescatarlas. Hubiera sido tarea muy difícil; sea como fuere jamás se realizó el intento. El dinero, la riqueza estaba allí;  ni el prestigio familiar ni la situación individual sufrían porque esa riqueza estuviera sumergida en una o dos brazas de agua.
Actualmente, del 75 al 80 por ciento del oro mundial está en Fort Knox, Kentucky. Se han dispuesto complicadas precauciones contra la  posibilidad de ataque atómico. Basta mover una o dos palancas para  inundar los depósitos. Pero aunque el oro está en depósitos subterráneos, y fácilmente podría quedar sumergido, el valor de la moneda norteamericana no se ha visto afectado en lo más mínimo. El dólar es siempre el “todopoderoso dólar”, porque la gente sabe que el oro está allí. Y lo mismo puede decirse de todos los países que todavía se ajustan al patrón oro. ¿Hay tanta diferencia entre el oro de Fort Knox y las ruedas de molino de Yap? 
   
Extracto de "Historia de la Estupidez Humana", de Paul Tabori (Ediciones Siglo Veinte)

Actualmente  estas islas emiten moneda con -por ejemplo- una perla natural.
 

    

1 comentario:

  1. Respondiendo a tu pregunta fina, pues no. No Hay tanta diferencia entre el oro de Fort Knox y las ruedas de molino de Yap. Me encanta tu blog Filos.
    Desde Madrid

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