A veces creo que hay cosas que me
interesan, pero debo de estar equivocado. Suerte que siempre hay alguien que me
dice lo que de verdad me importa. ¡Cómo no, el político de turno!
Son tan prepotentes, tan sordos y
tan chulos que se sienten en la obligación de decirnos lo que nos tiene que importar no sea que nos
equivoquemos. Con nosotros -los que levantamos día a día con nuestro esfuerzo
este país desesperanzado lleno de llagas buscando en la basura- no hablan, ellos
están más cómodos en las mesas de los grandes restaurantes, en las catedrales
del dinero y en los círculos donde se conspira, allí donde no llega el ruido de
la canalla levantisca incapaz de entender que todo lo hacen por nuestro bien.
Así que allá los preferentistas, los desahuciados, allá esos
seis millones y pico de parados. ¿Para qué preocuparse? Los Palacios de
Invierno nunca se tomaron con un megáfono y unos sándwich en la mochila. Ellos
se juntan, llaman a sus teóricos oponentes de los otros partidos y todos juntos
corren a la televisión de turno a defender sus intereses. Todo lo hacen por la
democracia
Jamás me han preguntado lo que de
verdad me importa. Nunca me han consultado sobre nada. No, las elecciones no
son una consulta popular, son otra cosa. No pido que
me pregunten lo que hay que hacer, no pretendo solucionar los
problemas del mundo. Solamente quiero que se preocupen de qué me importa, qué me preocupa, qué quiero
que solucionen, de qué quiero que se ocupen y en qué quiero que trabajen. Deberían preguntarme
dónde quiero que inviertan mi dinero, dónde no me importa que se pierda el dinero y dónde me
molesta, me subleva y me indigna que vaya a parar nuestro dinero.
Tendrán gabinetes de estudio,
grupos de trabajo, equipos de analistas y asesores, pero no se enteran. Lo que
de verdad nos interesa a los españoles lo sabemos nosotros, no ellos. Su
estrategia para todo lo importante, para lo que nos importa,es dejar pasar el
tiempo e intentar distraer al populacho criticando al rival, aunque el
enfrentamiento sea falso. El tiempo, ya se sabe, todo lo borra. Así, con un par
, sin obligaciones morales, ni tampoco legales. Para eso ellos son los que dictan
las leyes. Y se van impunes a la cama cada día mientras la rubia de al lado
les mira babeante pensando lo machotes que son. Les importa un carajo que lo
que tengan entre manos condicione y determine la vida de las personas.
Es malo que los políticos se equivoquen tanto,
pero aún es peor cuando saben perfectamente que están haciendo algo ilegal o al
menos inmoral. Si no les descubren, aquí no ha pasado nada, y si les pillan,
jamás aceptan su culpa. Atacan a quien les acusa, ensucian a quien pueden y son
capaces de negar la mayor evidencia; lo que sea con tal de no asumir ninguna
responsabilidad ni sus consecuencias, no
vayan a perder la poltrona. Sus compañeros de partido, como no podía ser de
otra forma, les respaldan, muestran públicamente su apoyo y se declaran
indignados por el hecho de que alguien tan honorable, tan entregado a su
trabajo y a los ciudadanos, sea acusado falsamente.
¿Qué responsabilidad les pedimos
por incumplir sistemáticamente sus promesas? Cuando nos piden el voto nos
explican lo que van a hacer e incluso juran por su madre que aquello otro no lo harán. Tardan poco en olvidar sus promesas y
empezar a actuar de manera diferente a la que esperábamos.
¿Para qué les hemos puesto donde están,
para que hagan lo que quieran? ¿Para que se guíen por intereses distintos a los
nuestros, o para que hagan lo que nos prometieron?
Nos tragamos los cuentos y las
milongas que nos venden cada cuatro años. Por mucho que sean de «nuestro»
partido (que, en realidad, es de todo menos nuestro), no se debe volver a
confiar en ellos. Pase lo que pase, el voto es nuestro… es lo único que nos
dejan.
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