Los psicólogos dicen que nunca
nadie podrá salirse totalmente con la suya a la hora de mentir si lo hace ante
un nutrido grupo de gente, alguien descubrirá esa mentira en alguno de sus
gestos. Esto es especialmente cierto en el caso de los políticos. Sus palabras obtienen
una gran atención del público, pero también al escuchar su discurso observamos
los gestos que acompañan esas palabras y decidimos si nos está diciendo la
verdad o está mintiendo, si está preparado para cumplir sus promesas o por el
contrario, se trata de un individuo falto de autoridad o capacidad para
llevarlas hasta el final.
Ya he citado en anteriores artículos la imposibilidad de suprimir todas las conductas no intencionales.
Ciertamente, los políticos pueden y suelen ser más disciplinados controlando
sus movimientos corporales durante un discurso o una conferencia de prensa.
Sucede igual que
con los jugadores profesionales de póquer o similares, ser un jugador de éxito
depende en gran medida de la capacidad para reprimir sus emociones, es decir,
la forma de ocultar a la mirada de sus oponentes si lleva, o no, buenas cartas.
Por eso, al tiempo que trabajan para ocultar sus emociones, se entrenan para
detectar en sus oponentes una pequeña mordedura de labio, el movimiento de una
ceja o dos dedos que se frotan ligeramente uno contra el otro.
Igual sucede en un político. No
importa lo hábil que él o ella sean, durante su discurso realiza una serie
de gestos que pueden delatar sus verdaderos sentimientos acerca de algo, a
pesar de lo que su boca esté diciendo. Algunos, incluso han convertido un
determinado movimiento en una característica personal, Tony Blair jugaba con
sus dedo meñique siempre que la ansiedad le alcanzaba, por su parte George Bush
mordía el interior de su mejilla, gesto que se pudo observar en múltiples
ocasiones.
Mientras que algunos políticos
son capaces de influir en las personas con un lenguaje corporal que les
aproxima a ellas, otros -o esos mismos en otro momento- mostrarán con su
gestualidad que están mintiendo. No se puede fingir totalmente una sonrisa
sincera si no es real, controlar los cientos de músculos que influyen en ella
es algo tremendamente complicado incluso para un político acostumbrado a
hacerlo.
Dejó aquí este video al respecto,
el cual aporta una serie de aspectos interesantes.
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