Caso 1- “ Enfrentándose al Guanxi… y perdiendo).
Una fábrica de pinturas para barcos decidió dar el
salto a su internacionalización. Uno de los mercados más prometedores se encontraba
en Australia y Nueva Zelanda. Se contrató a un joven director de marketing con
experiencia en esos dos países, total dominio del inglés, etc., el cual redactó
una serie de cartas a potenciales distribuidores de aquellos países, juntamente
con información y petición de reuniones para encontrarse con los posibles
candidatos. Un par de meses más tarde la empresa firmaba contratos que
superaban sus ventas en el comercio nacional. Los aplausos, la admiración,
entrar en la oficina del director gerente como si fuera la suya se había
convertido en una costumbre para que el ejecutivo, así que puesto en marcha,
explicó a quien quiso oírle que quería atacar el mercado de Taiwán, ya que era
uno de los más importantes en consumo de productos similares y la producción
local no alcanzaban ni la calidad ni la cantidad suficientes, según había
estudiado.
Había buscado en varias bases de datos la
información de contacto, igual que en ocasiones anteriores, sobre importadores,
agentes, representantes y mayoristas taiwaneses implicados en el negocio de las
pinturas marinas. A continuación envío las mismas cartas y proyectos de
información de producto que tan buen resultado le habían dado, para solicitar
una cita en la que hablar de la posible representación. Esperaba contestación
en ocho o diez días como había sucedido en ocasiones anteriores, seis semanas
después no tenía una sola respuesta. Una reunión de dirección "encontró el
problema", las cartas estaban escritas en inglés y los taiwaneses no
siempre lo dominan. Se escribieron en chino y se reinició todo
el proceso.
el proceso.
Tres meses más tarde seguían sin recibir una
respuesta. Nadie entendía nada. Para
tratar de salvar su situación en la empresa, el -hasta aquel momento- poderoso director
de marketing recurrió a una persona (no, no voy a decir a quien) que le habló
del guanxi. Su prepotencia era tal que sólo se limitaba a preguntar "¿Pero, porque ha funcionado con los
australianos?". No entendió nada, sólo oía lo que quería. Se despidió
del consultor diciendo como últimas palabras "Sigo convencido de que lo que no son cuentas, son cuentos".
Hoy no trabaja en aquella empresa y creo que las relaciones de la misma con
distribuidores taiwaneses sigue siendo nula.
Caso dos - Intentos
de abrir una delegación.
Una importante empresa de control de calidad en
prendas de vestir trabajaba para fabricantes nacionales. El gran desarrollo de
la fabricación en India hacía interesante la instalación de una sección en
aquel país. Sabiendo que establecer una oficina allí requería la autorización
de distintos ministerios y oficinas y agencias estatales, se dirigieron un
grupo de abogados locales. Éstos dijeron que el proceso de aprobación llevaría
alrededor de un año y precisaría de una serie de "gastos especiales",
superiores a los 60,000€. Obviamente, estaban hablando de sobornos y a eso la
dirección de la empresa no estaba dispuesta.
No obstante, resultó una sorpresa -poco tiempo
después- recibir una carta de uno de aquellos abogados, pidiendo colaboración
para situar adecuadamente en España a la hija de uno de sus consultores.
Aquella chica no conocía nada del país y su pretensión era realizar un master
en alguna universidad de prestigio, al tiempo que lograr un alojamiento y todas las demás cuestiones de la vida
diaria, sin demasiados problemas. Realizadas diferentes gestiones, se introdujo
adecuadamente en nuestro país a aquella persona. Era primavera y dedicó el
verano a perfeccionar su español. Cuando en el mes de octubre ingresó en la
Universidad aconsejada, se recibió una llamada telefónica del padre para dar
las gracias por las gestiones realizadas. En el transcurso de la conversación
surgió el tema de la instalación de la sección India. Tres semanas más tarde,
una persona partía hacia aquel país, la apertura estaba aprobada, habiendo
batido todos los récords en la solución de problemas burocráticos.
Al darles las gracias a aquel señor y preguntarle
cómo había sido posible, cómo lo había logrado, la respuesta fue: "No fue demasiado complicado, conocer a los
funcionarios implicados, tomar un té con cada uno de ellos y pedirles que
firmarán los papeles". Ante la insistencia de si era necesario hacer
frente a una cantidad de dinero no presupuestada, la respuesta fue que no
existían "gastos especiales".
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