Si preguntamos por personajes innovadores en el momento actual, muy probablemente nuestro interlocutor nombre a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook a los 19 años, quizá a Larry Page y Sergey Brin, ambos de 23 años cuando se desarrolló Google, es decir, es posible que aflore el mito de que son los empresarios más jóvenes los más innovadores, cuestión que suele hacerse extensiva también a los trabajadores. Los medios de comunicación y quizá actuaciones interesadas han introducido el estereotipo del joven brillante, impetuoso, sea empresario o trabajador.
Pero pocos podrían o sabrían ir un poco más allá y aportar razones sobre ese otro mito de que los trabajadores mayores de 35 años tienen menos posibilidades de innovar. Se ha creado una imagen colectiva y se nos ha enseñado que con el aumento de la edad se calcifican los hábitos, las habilidades quedan obsoletas y se produce una aversión al riesgo. Para la gente de más edad esto rechina y para las empresas debería también hacerlo si consideramos que en Europa en 2030 la edad promedio aumentará de 40 a 45 años, en Japón de 45 a 49 y en Estados Unidos de 37 a 39. Según estas cifras podríamos pensar que la disminución posterior al baby-boom generará un serio problema en cuanto al déficit de potencial creativo. Las partes del mundo citadas, según esto, tendrían dificultades para competir, crecer y crear riqueza al producirse un envejecimiento de los futuros empresarios y trabajadores.
¿Qué sucederá entonces, disminuirán los niveles de innovación? La sorprendente respuesta es...NO. Resulta que muchos de los estereotipos más comunes sobre el envejecimiento están totalmente equivocados, entre ellos el cliché del empresario joven. Los fundadores de empresas de alta tecnología y los que aportan soluciones a problemas dentro de esa alta tecnología no suelen ser jóvenes prodigios con su posgrado recién terminado, sino empresarios o ingenieros maduros de 40 o más años de edad, generalmente casados y con hijos que simplemente se han cansado de trabajar para otros. No lo digo yo, lo dice Vivek Wadhwa, un eminente investigador de la Universidad de Duke y el estudio ha tenido cierto impacto al ser publicado por Newsweek. Wadhwa estudió 549 empresas de tecnología que estuvieran realizando su trabajo con éxito. Descubrió que en ellas los empresarios de edad avanzada tienen mayores tasas de éxito al crear las empresas que los más jóvenes. La experiencia, ese bien tangible que sobre todo en España parecemos no valorar demasiado, el conocimiento profundo de las necesidades de los clientes y los años pasados desarrollando redes de contacto con proveedores, etc., induce el que este tipo de empresarios sean capaces de construir sociedades “más avanzadas en su tecnología y más sofisticadas en la forma de tratar a los clientes” dice Wadhwa.
Por otro lado y si comparamos ese estudio con otros anteriores, la edad en que los empresarios son más innovadores y dispuestos a asumir riesgos está subiendo. Esto había sido detectado con anterioridad por la Fundación Kauffman, siendo una auténtica prensa de destruir mitos el hecho de que la tasa más alta de iniciativa empresarial en los Estados Unidos se haya desplazado en los últimos años desde edades más tempranas hasta la franja comprendida entre los 55 y los 64 años. Según la misma fundación la tasa de éxito de las personas mayores de 55 años que fundan empresas supone el doble que la de aquellos emprendedores situados entre los 20 y los 34. ¿Sorprendente, no?
Por otro lado, mientras que la tasa de iniciativa empresarial se ha incrementado desde 1996 en la mayoría de otros grupos de edad, ha disminuido entre los estadounidenses menores de 35 años. ¿Pero esto es una mala noticia? Desde mi punto de vista, definitivamente no, la razón es muy simple, en aquel país los baby boomers están ahora en sus mejores años y ello ha sido reconocido no solamente por los dos estudios antes citados sino también en Europa por diferentes teóricos, tales como el danés Stangler, el cual afirma que una vez superada la crisis se desatara un auge de la iniciativa empresarial. Dado que las nuevas empresas crean la mayoría de los puestos de trabajo, el impacto positivo en la economía después de una recesión podría ser grande.
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