"Cuando alguien nos pregunta qué somos en política o, anticipándose con la insolencia que pertenece al estilo de nuestro tiempo, nos adscribe a una, en vez de responder, debemos preguntar al impertinente qué piensa él que es el hombre y la naturaleza y la historia, qué es la sociedad y el individuo, la colectividad , el Estado el uso, el derecho. La política se apresura a apagar las luces para que todos estos gatos resulten pardos." Ortega en Prólogo para franceses, 1937, en La Rebelión de las Masas, 1930.
El marxismo, en la actualidad, ha perdido su significado político. Los
ejercicios de buena voluntad basados en la bondad intrínseca (el buenismo) del proletariado han sido un fracaso. Ciertos estudiosos lo descubrieron con pavor, cuando vieron a un proletario después de años de pontificar sobre él, que el sujeto en cuestión era incapaz de agradecer los beneficios que la sociedad organizada al modo marxista le proporcionaba y que sorprendentemente no se ponía de buena gana a trabajar por el bien de la sociedad del materialismo daléctico.
En vista de que todos esos intelectuales tampoco estaban por la labor de arrimar el hombro y aportar ellos el trabajo necesario, las experiencias meramente voluntaristas fueron un fracaso. La nueva constatación del fiasco de la concepción rousseauniana del ser humano condujo, como casi siempre, a buscar las viejas y eficaces soluciones de Hobbes. Dado que los proletarios, en su ignorancia, no eran capaces de asumir los beneficios del marxismo... éste fue impuesto por la fuerza con una eficacia fuera de toda duda.
Estas experiencias están a punto de acabar en todo el mundo, pues el germen del imperialismo capitalista ha acabado por triunfar en un mundo donde ya no hay valores. ¿Todo el planeta está colonizado? No, todavía hay un grupo de resistentes que, amparados eso sí, en las comodidades de la sociedad de consumo, resisten aún y siempre al invasor. Se trata de los últimos reductos de culturilla marxista, que siguen reivindicando al Che, Castro, a las dictaduras populares etc.
Se les reconoce fácilmente porque tienen tendencia a hablar con pasión de los excepcionales sistemas sanitarios o educativos de Cuba o Rusia, que permiten a sus habitantes disfrutar de una esperanza de vida y un nivel de alfabetización casi del 80%, etc. Pero, más allá de reivindicaciones de tipo sentimental, el marxismo es hoy un cadáver político. “El eso” ha acabado siendo un muerto. Probablemente nunca fue mucho más.Continúa aquí
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