La clase social penetra todos los aspectos de la vida y la
cultura inglesa. Inglaterra maneja de forma habitual un cierto clasismo en
función de la posición social de una persona. No es que tenga mucha relación con
ese simplismo habitual de clase alta, clase media y clase trabajadora, mucho
menos con los sistemas alfabéticos abstractos
(A, B, C1, C2, D, E) basados en la ocupación y que han puesto tan de
moda los expertos en estudios de mercado. Un enfermero y el propietario de un
pequeño taller de reparación de automóviles serán técnicamente clase media,
quizá vivan en una casa adosada, conduzcan un coche de la misma marca, tomen
algo en el mismo bar, etc. Pero los ingleses juzgan la clase social de una
manera mucho más sútil y compleja, desde la forma en que amueblan y decoran su
casa, su manera de vestir, aunque utilicen la misma marca y modelo de coche
tendrán en cuenta si dedica el domingo a lavarlo por usted mismo, si acude al
túnel de lavado o no hace ninguna de las dos cosas y confía en que la lluvia
inglesa haga su labor. Todas estas distinciones se aplica a cualquier otro
aspecto, desde donde y con quien come usted a diario, donde contra, que tipo de
ropa utiliza, cuáles son sus aficiones, de que habla preferentemente, etcétera.
Entre los británicos es imposible hablar de clase social sin
referirse a casas, jardines, coches, ropa, animales domésticos, etc. Sin
embargo, todas esas diferencias se desvanecen cuando se juntan dos ingleses
frente a un "europeo" o extranjero en general, que pueden existir
grandes diferencias entre un escocés, un irlandés o un galés con un tipo de la
City. La raza es una cuestión más difícil, en las islas conviven asiáticos, afro-caribeños,
latinos, etc., su nivel de adaptación a la cultura inglesa, su integración -o
no- marcarán el nivel de aproximación a