No hace mucho inicie en este blog una serie de
artículos sobre las dificultades que conlleva trabajar y/o vivir en un país y
una cultura diferente a aquel donde hemos crecido y nos hemos educado. Comencé
por Inglaterra y pretendía ser algo que llegara a desgranar la mayoría de
aspectos de una determinada cultura, pero, ciertamente, ese no puede ser el
trabajo de un blog. Tarde he comprendido que lo que allí comencé a escribir
puede ser motivo de un estudio antropológico amplio, e incluso de un libro,
pero no de algo tan limitado como lo que aquí se pretende. Dejo los artículos
escritos en aquel momento archivados en el blog como muestra de mi error de
concepto e inicio algo más acorde con las posibilidades que ofrece una página
como esta, algo menos ambicioso, pequeños consejos que sin entrar al fondo de
nada nos dé una idea general. Se trata, en definitiva, de mostrar únicamente
cuatro ideas generales sobre las que apoyarse, quizá de despertar en aquellos
que lo lean la necesidad de ampliar sus conocimientos sobre interculturalidad.
Inicio este primer artículo con un mínimo
acercamiento a Alemania, país que está convirtiendose en el lugar de acogida de
muchos de nuestros jóvenes más valiosos y con una preparación más sólida. Ya sé
que aquellos que tengan decidido claramente su destino en aquella nación del
centro de Europa habrán estudiado su idioma, se habrán preparado en múltiples
aspectos y estas pocas líneas quizá no le sirven de mucho, pero a los que se
encuentren en una primera fase de búsqueda de su futuro podrá darles alguna
idea de hacia dónde se dirigen.
Clima:
Alemania es tan extensa que en ella se dan diferentes climas, predominando el
clima templado en verano con inviernos fríos o muy fríos para un criterio
español. Esos inviernos suelen ser nublados y húmedos. Lógicamente también
existe una zona con ambiente marino en la costa y alguna otra con clima de
montaña.
Religión:
Protestantes 34%, Católicos 34%, Musulmanes 3.7%, Otros 28.3%.
Composición
étnica: Alemanes 91.5%. Turcos 6.1%. Otros 6.1%, entre ellos griegos,
italianos, polacos, rusos, serbios, croatas y españoles.
Población:
Sin disponer, en este momento, del dato oficial de la DESTASIS (Oficina Nacional
de Estadística), está cifra puede encontrarse en las proximidades de los 82
millones de personas.
Sociedad y cultura.
En el trabajo.
Los alemanes piensan que hay un tiempo para cada
actividad. Incluso, frente a esa manía tan española de permanecer una gran
cantidad de horas en la oficina para que se nos vea, ellos consideran que el
final de la jornada viene marcado por el momento justo en que el reloj marca la
hora que nuestro contrato dice. Si usted tiene que quedarse después del cierre
puede, además, ser considerado un individuo que no planteó correctamente su jornada
laboral.
Esa planificación cuidadosa se extiende a la vida
personal y necesitan de ello para sentirse seguros.
Existen líneas claras que marcan la frontera entre
las personas, los lugares y
las cosas. Por ello, el trabajo y la vida personal
están rígidamente separados.
Las normas y reglamentos están para
cumplirse y cada persona sabe lo que se espera de ella y estructura su tiempo de acuerdo a todo
lo anterior.
Los alemanes consideran que conocen la forma
correcta de realizar cada tarea, pensar en hacerlo de otra manera es superfluo.
En casa.
La casa está ordenada y limpia en todo momento,
cada cosa tiene su sitio y está en él. La razón está en que los alemanes normalmente
se enorgullecen de sus hogares, pero sólo los muy amigos y los familiares son
invitados, por lo que en ocasiones se convierte en una zona -a veces la única- de comunicación informal.
El orden, la limpieza y un mantenimiento
escrupuloso se extiende al coche, el jardín y las zonas comunes de edificios y
apartamentos tales como aceras, pasillos, etcétera.
Las
reuniones.
Los saludos son formales y se utiliza un apretón de
manos firme y rápido. Tienen, aunque a veces no lo manifiesten, una gran
consideración por los títulos y utilizarlos es una señal de respeto, por lo que
en ambientes formales lo habitual es utilizar el “señor" o
"señora", el título de la persona y su apellido, al menos hasta que
se nos invite a utilizar su nombre de pila.
No se considera adecuado presentarse uno mismo al
estilo americano, sino esperar a que nuestro anfitrión nos presente al grupo.Una costumbre que puede resultar hasta cómica es
que entonces deberemos dar la mano a cada uno individualmente, incluidos los
niños.
Los regalos.
Si hemos sido invitados a la casa de un alemán no
es de buen gusto presentarse con las manos vacías, un presente es algo imprescindible.
Lo normal puede ser unos bombones y quizá un pequeño ramo de flores. No olviden
ustedes que -por alguna razón que desconozco- las alemanas tienen una gran
predilección por esas pequeñas rosas amarillas que en algunos sitios llamamos
"rosas de te". Desde luego
nunca regale claveles, en Alemania el clavel es la flor de los difuntos, al
igual que los lirios y crisantemos. Por una razón bien diferente tampoco estarían
bien vistas las rosas rojas, podrían indicar que usted trata de conquistar a la
persona a la que se las entregue.
Algún amigo español tenía la costumbre de acudir
con una botella de buen vino español. Lo hizo hasta que alguien le explicó que
los alemanes prefieren, mayoritariamente, los vinos franceses e italianos y no
suelen ser demasiado conocedores de los de otros países. Por otro lado, supe que
en algún momento su regalo había sido interpretado como una afrenta, los dueños
de la casa consideraron que les estaba diciendo que el vino que se serviría en
su mesa, quizá no fuera de buena calidad.
Cuando entregue el regalo, si este viene envuelto,
debe esperar a que el anfitrión lo habra. Lógicamente, si usted recibe un
regalo, deberá abrirlo y agradecerlo cuando se lo entreguen.
La
invitación a una comida.
Si va a comer en casa de un alemán llegue justo a
la hora de la cita, eso significa lo que se ha dado en llamar "puntualidad
germánica", ni un minuto antes ni diez después.
Pongámonos en el peor de los casos, usted ha tenido
un accidente, ha sido detenido por la policía o se ha hundido el mundo a sus
pies, pues bien, resucite, sacúdase ligeramente el polvo del desastre y llame inmediatamente a sus anfitriones para decir
que va a llegar esos 10 o 15 minutos tarde.
En Alemania la invitación a una comida formal no
acaba con los postres, ésta continúa al día siguiente en que usted no debe
olvidar enviar una nota, si es manuscrita mejor, en que agradezca a sus anfitriones
la hospitalidad brindada.
Comiendo.
Es costumbre permanecer de pie hasta que nos inviten
a sentarnos y desde luego, tampoco debemos de ser nosotros quienes elijamos
nuestro asiento, casi con seguridad este nos será indicado por los anfitriones. Si
estamos en un ambiente formal no debemos tocar ni la servilleta hasta que la
anfitriona no tome la suya y la ponga sobre su regazo, tampoco apoyar los codos.
El que los alimentos estén en nuestro plato no
significa que podamos empezar a comerlos, es casi seguro que alguien dé la
señal de partida con un "Guten Appetit" pronunciado lo
suficientemente alto para que todos puedan oirlo. Entonces será el momento de
comer hasta agotar la ración que tenga en su plato, no comerla completamente
puede suponer un desaire para la persona que lo cocinó.
Usted es el invitado y no le corresponde realizar
el primer brindis, ni siquiera para halagar a las personas que le han recibido
en su casa y su mesa, esa es una prerrogativa del anfitrión, pero una vez que
éste lo haya hecho deberá responder a ese brindis, lógicamente sólo si es el
invitado de honor. Ese invitado de más categoría devolverá el brindis en nombre
de todos los demás, si es con vino suele utilizarse a la expresión "Zum Wohl! (Salud), en los brindis
con cerveza la frase se condensa en un
simple "¡Prost!", cuyo significado viene a ser el mismo.
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