Hemos hablado de las dificultades que tienen los
ingleses en el momento de la presentación. En efecto, en la práctica
empresarial no tienen nada que ver con los americanos. Estos últimos es posible
que se dirigen a usted diciéndole "Hola, soy Peter Greene y trabajo en el Banco
de América", pero en Inglaterra no, usted no puede acercarse a cualquiera
y decirle "Hola, soy Pedro Pérez". De hecho, la única manera de
introducirse en esos ambientes es… no introducirse en absoluto. Pero no se
preocupe, ya hemos dicho que el mejor modo de iniciar una conversación es un
comentario sobre el tiempo.
El enfoque temerario de "Hola, soy Bill Brown
de Minnesota", más aún si viene acompañado de esa amplia sonrisa y la mano
extendida esperan un fuerte apretón como acostumbran los americanos del Norte,
hará aparecer una mueca en la cara del inglés. Los británicos consideran este
tipo de presentación la exposición de algo íntimo y embarazoso. Como máximo no
responderán con una sonrisa forzada y un simple "Hola".
Los ingleses no quieren saber nuestro nombre, ni
tampoco decirnos el suyo hasta que un nivel mucho mayor de intimidad haya sido
establecido. ¿De qué nivel de intimidad hablo? Lamento decírselo, pero
posiblemente tenga usted que casarse con su hija, la fea, para conseguir eso de
lo que estamos hablando y aún así es posible que no lo consiga.
Puede sorprendernos en alguna ocasión el
intercambio nombres, el mundo es global y ocasionalmente nos encontraremos con
alguien que trate de comportarse como si perteneciera otra cultura, pero
siempre es conveniente esperar a que sea la otra persona la que tome la
iniciativa. No pasa nada, este tranquilo aunque llegue el final de la tarde sin
saber cómo se llama aquel con quien usted está hablando. No se preocupe, para
él no es necesario tampoco conocer el de
usted. Sin embargo la despedida es un buen momento para decir algo como "Adios, ha sido muy agradable conocerle. Por cierto, no conozco su nombre". Ese
es el momento también de dar el suyo, pero hágalo sin demasiada ceremonia, sin
alargarlo, como si fuera algo sin ninguna importancia "A propósito, soy Pedro
Pérez". ¿Que parece el mundo al revés? ¿Que las presentaciones se hacen al
principio? No lo crea, en Inglaterra no.
Puede suceder que en alguna reunión social en un
ámbito formal, algo así como una cena, el anfitrión se dirija a usted con
la
antigua forma (ya hemos dicho que trasnochada) del "¿Como esta
usted?". Pues bien, ni se le ocurra responder "Bien, gracias". Su
interlocutor no pregunta por su salud, siempre será mejor una respuesta del
tipo "Contento de estar con ustedes". Tampoco de esta manera nuestro
éxito en la introducción está asegurado. Ellos, los ingleses, analizan todas
las frases de ese tipo y es posible que su razonamiento vaya por el camino de imaginar
que usted está mintiendo en algo que no es necesario. En definitiva, la
formalidad inglesa es embarazosa, la informalidad lo es también. Todo es
embarazoso.
La única regla válida.
Entiendo que lo anterior es un galimatías que nos
lleva a un callejón difícil de recorrer. La única regla en toda esta confusión
sobre introducciones y saludos es una, para parecer mínimamente inglés hay que
realizar estos rituales mal, muy mal. Hay que parecer tímido, que uno no se
encuentra a gusto, incómodo, que se es más torpe de lo que realmente somos y
qué estamos un poco avergonzados. La desenvoltura y la confianza son
inadecuadas allí. Puede parecer sorprendente, pero la vacilación, y el
nerviosismo sobre el comportamiento correcto. Las introducciones deben ser
realizadas tan apresuradamente como sea posible y de una forma absolutamente
ineficaz, no revelar nunca nuestro nombre y si creemos llegado el momento de
hacerlo mascullarlo, las manos en un estado intermedio entre el ofrecimiento
para el saludo y la ocultación… y retirarlas torpemente a continuación. El
saludo apropiado puede ser algo similar a
"¿Er, cómo, um, plstm-, er, hola?'".
Si usted es un hombre socialmente abierto y experto
en abrirse a nuevas relaciones, o viene de un país donde estos asuntos son
manejados de una manera más razonable y franca, es decir, de cualquier otro
país del mundo si exceptuamos algunos orientales, tardará un tiempo en
conseguir el nivel requerido de incompetencia para saludar adecuadamente a un
británico.
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