Cuando el tiempo corre deprisa es difícil encontrar el momento para rellenar unas líneas que lleven a buen puerto mi intención de escribir en este blog, no por falta de sensaciones, de vivencias, de reflexiones (la Antropología y los años de tratar con mis pacientes me enseñaron a observar y observarme de tal manera que a veces es imposible describir tanto como llega a los sentidos), sino por ese correr del maldito reloj que impide describir y describirnos las impresiones recibidas una por una, saborearlas o sufrirlas, rememorarlas de tal forma que vuelvan a asaltar nuestros sentidos.
Tomo el título del original de Georges Perec que en España publicó Anagrama como “La vida, instrucciones de uso”, no para relatar, como hizo él, su particular forma de contemplar el mundo en que vivió, un acopio de obsesiones vitales y preferencias estéticas más o menos explícitas, sino la forma en que se superponen las emociones de un momento a otro, de un segundo al siguiente, lo hago pensando en
las situaciones que me han mantenido alejado de éste blog durante un par de días. No se engañen ustedes mirando las fechas de anteriores post, algunos de ellos están escritos en fechas preliminares y quedan programados para insertarse en un determinado momento. Así que permítanme expresar algo “casi personal”, algunas de las emociones sentidas durante estas horas en que estuve lejos de aquí, del dominio de mi primo Bill Gates.
las situaciones que me han mantenido alejado de éste blog durante un par de días. No se engañen ustedes mirando las fechas de anteriores post, algunos de ellos están escritos en fechas preliminares y quedan programados para insertarse en un determinado momento. Así que permítanme expresar algo “casi personal”, algunas de las emociones sentidas durante estas horas en que estuve lejos de aquí, del dominio de mi primo Bill Gates.
Día 4- 18`30- AVERSIÓN.
Tras un día de trabajo en este Valladolid que me mata, coger ese tren rápido con nombre de pajarraco supone sentir en el estomago las mariposas de ir a encontrarse con quien te quiere, con quien tú quieres, ese publicista asombroso que es Abraham y esa arquitecta extraordinaria que es María, nuestro hijo y su pareja. Así que Mar y yo subimos al AVE
entusiasmados y alegres. Poco duró esa sensación, adosada al costado teníamos una imbécil con Blackberry, especie sumamente peligrosa que suele alardear de sus logros a voz en grito, siendo en la mayoría de los casos esos logros –y en éste no podía ser menos- el autobombo sobre su gestión, en este caso el haber conseguido endosar las reparaciones de un edificio mal hecho a los sufridos propietarios, aquella tipa había destripado una por una las justas pretensiones (ella misma así lo expresó) de los que habían pagado algo diferente a lo que recibieron. No se cohibía,, dio nombres, direcciones y descripción física de todo los que había tangado.
Cuando al llegar a Madrid aún seguía parloteando agarrada a su aparato -les juro por mi madre que subió con él encendido y bajo sin retirarlo de la oreja- sentí el impulso de empujarla a las vías, pero mire alrededor y al observar la tropa me di cuenta de que acabar con un espécimen de aquella abundante categoría no solucionaba nada, sin ir más lejos allí mismo estaban aquel individuo y su jefa que -desde el asiento de atrás- nos dieron una clase de cómo firmar contratos con ayuntamientos amigos y ocultarlos a la prensa, o el otro personaje que a voz en grito explicaba a una amiga sudamericana que él se encargaba de validar su título en España, sin que importara su obtención ilícita. ¡Que joyitas! Está claro que el pudor y la honradez son algo del pasado y que tener la conciencia limpia en esta tierra solo puede ser síntoma de mala memoria. Así que no creo necesario explicarles a qué y a quién brindo ese sentimiento arriba citado estando esto tan plagado de trepas sin pudor pegados a un gag electrónico hasta en el water.
Día 4- 22h. FELICIDAD.
Pasear Madrid acompañados por nuestros hijos (permíteme María que te adopte aunque sea por unos minutos), cenar placidamente en Bazaar (sí, el de Chueca) frente a la Tomasa (los mejores helados artesanos y buenas copas de madrugada) en plena Cava Baja, tomar una copa, charlar, mirar la silueta de los nuevos edificios emblemáticos del Madrid de hoy desde la terraza con un cigarro en una mano y la cintura de quien quieres en la otra, oyendo las risas e intuyendo las miradas de amor de nuestros hijos a escasos pies de nuestra espalda, eso es la FELICIDAD,
Día 5- 8 h. LA NAUSEA.
Acudir al aeropuerto con el periódico bajo el brazo no supone nada especial, lo especial es abrirlo y encontrarte en primera plana tres hijos de puta sonrientes que volaron por los aires ese mismo lugar donde tú estas hace no mucho tiempo. Miro la gente que me rodea, las estructuras renovadas y mientras esperamos el embarque, siento asco y nauseas observando las fauces sonrientes de esos animales capaces de poner bombas que se lleven por delante a esa madre que lleva en brazos a su hija, a ese hombre que revisa sus papeles, ese grupo de médicos que se saludan alegremente y se preguntan si “tú también vienes al congreso”, esa mujer que empuja el carrito de la limpieza en una acción que solo pretende llevar a su casa unos euros que le permitan salir adelante en este tiempo de canallas. Malditos seáis chusma miserable, gentuza sin entrañas, viles vasallos de la muerte. Vuestras caras me producen nauseas, asco y repugnancia.
Día 5- 9 h. EL MIEDO
Los que me conocen saben que a pesar de haber hecho más millas aéreas que un cormorán en celo, mis sensaciones sentado en el asiento de cualquier avión sólo son comparables a las de María Antonieta en el cadalso, ya se trate de acudir al otro lado del mundo o del puente aereo me tiemblan las piernas como a la susodicha. Así que cuando la comandante del vuelo nos advierte de que entramos en una tormenta -arrastrando las silabas con su inconfundible acento alemán- me giño por las pencas y solo la mano de mi legitima que me conoce y consuela desde el asiento de al lado me hace entender que ese ruido no es que estas latas se estén desintegrando, sino el granizo -eso sí, como pelotas- golpeando contra el fuselaje. Miedo, inseguridad, sobresalto, susto continuado que me hace apretar el cinturón para que si caemos los trozos no se desparramen demasiado, hasta que de nuevo el sol nos dice que bajamos, bajamos para aterrizar, no para estrellarnos.
Día 5- 15 h. EL PLACER
Barcelona con sol es un lujo de ciudad y allí estábamos, comiendo con las puertas del restaurante abiertas a la ciudad y el mar, al sol y la luz mediterránea. Si los asuntos de la mañana tenían su dificultad ya estaban superados, comer y luego descansar, no puede existir mejor plan si el descanso se hace en el Hesperia del Mar, con sus terrazas, con sus asombrosas vistas, con su atención. Es lo que tiene jugar con ventaja, si los hoteles te los busca en Viajes El Corte Ingles de Hipercor (Valladolid) la mejor directora de agencia de viajes y además es tu hija… nunca te equivocas.¡Gracias Ruth, te quiero!
Día 5- 21 h. EL REGOCIJO, la excitación, el contento.
Cuando en la mañana has tenido que tomar decisiones importantes y han existido momentos duros, nada mejor que acercarse a la naturaleza para que la grandeza de esta te ponga en tu sitio, así que una decisión rápida y a pasar de largo de esos monstruosos Palamós o Platja d`Aro para llegar, allí donde Francia se hace cercana, a lo más hermoso de la Costa Brava, . Circular en coche por la zona de La Selva no es fácil, pero compensa abandonar la autopista y observar la portentosa bellaza de ese paraíso. No está mal que la dueña de uno tenga un hermano viviendo en Begur, ese sitio que la “gauche divine” descubrió hace tantos años y al que naturales y foráneos han sabido conservar y cuidar. Javier y Ana son dos anfitriones excelentes que saben mostrar la alegría del encuentro en su cara y hacerte sentir como en tu casa aunque estés en la suya y así nos sentimos esa noche cenando en Sa Tuna, los pescados, los vinos, la noche, las velas, el mar y sus reflejos, los abrazos añorados desde la distancia y el tiempo, esa casa increíble en Sa Tuna para nosotros solos y las promesas de un desayuno juntos a la mañana siguiente si nos acercábamos a Begur hicieron olvidar que una habitación de hotel, nada comparable, esperaba a doscientos kilómetros en aquel otro mar ciudadano de la gran Barcelona.
Día 6- 8 h. EL EXTASIS.
Pocas cosas como despertarse sobre el mar en una casa al borde del acantilado acariciada por las olas y observar la silueta de la mujer que amas recortándose sobre el azul grandioso de una cala con reminiscencias de pescadores, de piratas, de cosas de otros tiempos perdidas ya en tantos sitios. Nada desentona, todo es de tamaño humano en este sitio aún no humillado por las ansias de la especulación, las casas aún parecen albergar a un pescador, el dueño de esas barcas que reposan en la arena, las estrechas escaleras talladas en la piedra llevan a las puertas adornadas con la cruz y/o una virgen tallada hace un siglo para invocar a alguien superior que domine la tormenta, ese patio con su mesa de basto granito aún parece albergar un contubernio de honrados corsarios, asesinos saqueadores oteando el infinito a la espera de la presa que permita pasar a la familia otro año sin necesidades. La palmera parece hundir sus raíces en la roca en que apenas cuatro pasos más abajo rompe el mar. Eso es Sa Tuna, un paraíso cercano en que vivir el éxtasis, el estremecimiento regocijado de que aún existan lugares como ese y gente capaz de entender que la belleza a veces viene dada por el paisaje, por lo autentico, sin necesidad de letreros luminosos.
Día 6- 12 h. SORPRESA, GRATITUD Y OTRAS MÁS
La sorpresa no es nuestra, sino de la recepcionista que nos hace reír con su confusión cuando aparece una gente que no usa la habitación del hotel ni para dormir, nos da la risa y eso aumenta su desconcierto, así que partimos de vuelta a casa y como son muchos kilómetros los que nos separan de este sitio donde nos trajo la vida, el tiempo del retorno permite sentir gratitud, amor, cordialidad, agradecimiento, afinidad y cariño hacia quienes desde el afecto y la alegría nos hicieron felices estos días, el desprecio hacia quienes nos hicieron sentir vergüenza ajena por su desvergüenza, su falta de pudor al comentar a voz en grito lamentables asuntos, hostilidad, animosidad, asco, repugnancia y rechazo hacia los asesinos que aún son capaces de reír cuando se juzgan sus hechos inhumanos, aprensión y desasosiego (a mi, no a Mar)cuando pienso en los aviones y las vicisitudes en ellos vividas y sobre todo morriña de este Valladolid que nos mata y nos da la vida.
La capacidad de sentir es aquello que nos hace humanos. ¡Lo que da de sí el tiempo!
Jo..r vaya marchita ¿Donde dices que trabajas? ¿No habrá un puesto para mí que me deje quedarme unos días en una cala a descansar del esfuerzo?
ResponderEliminarQuiero "sentir" tanto como tú.
Fuera de bromas, sigo tus opiniones y me interesan, me despiertan.
Desde Madrid