En dos post anteriores abordaba la reuniones, ese hecho inevitable en el día a día de cualquier departamento. Tenemos reuniones con clientes, con empleados y colaboradores, otras convocadas por nuestros jefes, tenemos reuniones de todos los colores y todos los estilos, todos los días y a todas las horas. Todos sufrimos ese exceso de reuniones que nos llevan demasiado tiempo y en ocasiones aportan demasiado poco, así que permítanme llevar adelante esta proposición jocosa. Las reuniones nos producen pereza, desgana y es posible que usted haya decidido –aún de una forma
inconsciente- arruinar las suyas, pero quizá no lo consigue, o no las estropea del todo, así que vamos a afrontar algunos de los mejores sistemas para que éstas sean menos productivas, más desenfocadas, definitivamente las peores reuniones de su empresa.
inconsciente- arruinar las suyas, pero quizá no lo consigue, o no las estropea del todo, así que vamos a afrontar algunos de los mejores sistemas para que éstas sean menos productivas, más desenfocadas, definitivamente las peores reuniones de su empresa.
- Prográmelas en el peor momento ¿Qué tal el viernes por la tarde a última hora? Con toda seguridad que sus colaboradores acudirán –si es que lo hacen- de un humor de perros.
- Evite conscientemente tener un “orden del día”. Déjelas discurrir a su aire, es posible que en algún momento se hable del tema por el que se convocó.
- Asegúrese de que el grupo es el peor posible. Uno se odian, otros no aportan nada pero se quejan del comportamiento de los demás, los otros no se dirigen la palabra, etcétera.
- Mejore el punto uno. Si no las convoca el viernes a última hora, hágalo justo después de la comida, suprimiendo parte del tiempo dedicado a esta y sin pagar horas extras, si eso no es posible … convóquelas para el día siguiente a aquél en que exigió terminar un proyecto de forma inmediata y su gente está ahogada.
- No llegue a conclusiones, es más, si ve que éstas están próximas, vuelva sobre algún punto ya tratado anteriormente o pida su opinión a aquel que sabe que no la tiene y va a escaparse por los "Cerros de Úbeda". Alcanzar un plan de acción sería letal.
- Elija el peor sitio posible. Si no puede elegir un pasillo donde hacerla de pié y en fila india mientras pasan decenas de personas ajenas al tema, por lo menos elíja un cuarto pequeño, ruidoso, sin ventanas, con mala luz, sin aire acondicionado y si quiere superarse, donde no haya sitio para todos y algunos tengan que permanecer de pie en el quicio de la puerta con está abierta.
- Convoque reuniones para todo. Si puede evitar una nota o un correo electrónico, hágalo. ¡Donde esté una reunión!
- No hable del trabajo de los presentes. Dedíquela preferentemente a plantear lo que deberían hacer aquellos que no han venido, déles una conferencia magistral sobre ese asunto y luego permita que los presentes “interactúen” criticando salvajemente según la pauta que usted les ha dado.
- No permita intromisiones. Nunca, jamás conceda el permiso a ninguno de los presentes para presentar ideas o sentirse implicados.
- A por él. Si a pesar de todo uno de los presentes logra introducir algún aspecto positivo en la reunión, destroce ante los demás esa opinión como algo desdeñable, una tontería sin sentido, el desvarío de un loco.
¡Pues nada, ya lo tiene! A poco que usted siga estas indicaciones habrá conseguido ser el peor de los moderadores en cualquier reunión. Si no lo consiguió a la primera, no se preocupe y entrene, repitiendo se consigue la excelencia aunque sea en lo negativo. No tema, no dude, no desespere, no desfallezca, sigue estos diez simples consejos a rajatabla y conseguirá –sin ninguna duda- que incluso su mejor colaborador aborrezca sus reuniones y estas corran de boca en boca por su empresa... como ejemplo de aquello que NO hay que hacer.
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