Fundamentalmente se utilizan dos niveles diferentes cuando se trata de medir la innovación, el “nivel organizacional” y el “nivel político”.
Nivel organizacional.
Este tipo de medidas se relaciona con las personas, es una evaluación a nivel equipo y funciona tanto en empresas muy pequeñas, como en aquellas con un gran número de trabajadores.
Normalmente -en las organizaciones- se utilizan encuestas, talleres, consultores o benchmarking interno y no existe una fórmula establecida y generalmente aceptada para medir la innovación organizacional, sino muchas diferenciadas, si bien las más utilizadas en este campo de la medición corporativa de la innovación, se estructuran en torno a lo que conocemos como “cuadro de mando integral”, el cual cubre varios aspectos de la innovación tales como las medidas tomadas en el área comercial y su relación con las finanzas de la organización, también la eficiencia de los procesos de innovación, la contribución de los empleados y su nivel de motivación, así como los beneficios por los clientes.
Los valores medios pueden variar ampliamente entre
una u otra organización, una puede estar especialmente interesada en los ingresos por nuevos productos, otra en la influencia de la I+D, mientras que una tercera lo utiliza para ver en qué forma la satisfacción de clientes y empleados ha modificado la percepción que de sus productos tiene el mercado, en fin, otra podría utilizarlo para ver si sus nuevas patentes están modificando las ventas o los grupos sociales a los que se pretendía captar con las pasadas innovaciones.El “Cuadro de Mando Integral” o Balanced Scorecard (BSC en sus siglas inglesas), es en sí mismo un proyecto estratégico de gestión del rendimiento de unas determinadas herramientas, a veces en el sentido más amplio. Es un informe estructurado que puede ser utilizado por los administradores para realizar un seguimiento de la ejecución de determinadas actividades del personal bajo su control y que sirve para examinar las consecuencias derivadas de esas acciones. No es el único, pero sí el más utilizado de los marcos posibles de gestión del rendimiento (Bain&Company realiza una encuesta anual de las herramientas de gestión más utilizadas). Fue adoptado mayoritariamente ya hace unas décadas por los países de habla inglesa y a principios de 1990 se extendió por los países escandinavos para, desde ahí, dar el salto al resto del mundo.
A principios de este siglo el uso del “Balanced Scorecard” ha generado una serie de herramientas con unas características más o menos diferenciadas, pero todas con el punto común de su origen. Entre esas herramientas encontramos la denominada “PerformancePrism” y también la “Gestión Basada en Resultados”, esta última muy utilizada en los países de habla española e igualmente en Medio Oriente y Asia.
Nivel político.
Para el denominado “Nivel Político” la medida de la innovación se centra más en un determinado país o región y cómo en esa zona ha podido influir lo que se considera una ventaja competitiva generada mediante una innovación. En este contexto la capacidad de las organizaciones está siendo evaluada a través de diversos modelos por diferentes organismos tales como EFQM. El “Manual De Oslo” De la OCDE (1995) sugiere diferentes directrices estándar para medir la innovación de los procesos y productos tecnológicos. Este manual es una continuación del “Manual de Frascati” de 1963 y ambos tienen su continuación en el manual de Oslo de 2005, este último con una perspectiva mucho más orientada hacia la innovación y con la novedad de que incluye la comercialización. Estas normas utilizan por la Unión Europea para las denominadas “Encuestas Comunitarias de Innovación”.
Otras formas utilizadas a lo largo del tiempo para medir la innovación han consistido en medir el gasto en Investigación y Desarrollo, dando las cifras en porcentaje del Producto Nacional Bruto. No es que este dato constituya una mala medida, pero el mismo Manual de Oslo ya se permite realizar diferentes críticas a esa forma de medir, sin embargo, se produce la incongruencia de que la UE, última responsable del manual utilice esa medida para fijar los objetivos de los países a partir de la “Estrategia de Lisboa”. El objetivo fijado ya en los documentos relacionados con lo que salió de Lisboa se expresa diciendo que el gasto medio de los diferentes países en I+D, debe ser “el 3% del PIB”.
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