Creatividad e Innovación son indudablemente las raíces del progreso y por tanto fundamentales para la dinámica los sistemas económicos, pero también la forma e ideología de los sistemas políticos y/o económicos tienen una influencia determinante sobre las posibilidades y facilidades para el desarrollo e implantación de la innovación.
Creatividad, libertad y pensamiento económico mantienen vínculos importantes y aunque a veces tengamos dudas sobre la libertad en que vivimos, es indudable que las libertades individuales se han ampliado al mismo tiempo que las economías modernas se han ido desarrollando.
Existe alguna corriente de pensamiento que presenta directamente al individualismo y la creatividad que este induce como pilares del progreso económico. No es algo nuevo, John Stuart Mill ya lo planteaba en su famoso ensayo “Sobre la libertad“, pero
no solamente él, también Friedrich, o Alfred Marshall abordan el tema y se erigen en defensores de tesis similares al hablar de la importancia que tiene dar a los individuos la oportunidad de presentar y discutir abiertamente ideas de todo tipo. En sus investigaciones rastrearon innovaciones realizadas por numerosas personas y como estas contribuyeron al desarrollo industrial, considerando el mercado con una zona de experimentación la que los individuos, siempre que trabajen en condiciones ideales, buscan libremente la forma de seguir los planes trazados con ideas de su propia elaboración, lo que genera una gran cantidad de alternativas.Según estos autores, una vez generadas esas alternativas, es el mercado quien decide cuales son viables y cuales no lo son y mediante esa segregación son las novedades más destacadas las que se aplican, produciendo el progreso económico y social.
Desde este punto de vista, el liberalismo es un elemento importante a la hora de motivar a las personas, proporcionándoles tanta libertad como sea posible, para fomentar su creatividad individual. Alguno de los autores citados viene a decir que la creatividad no es algo que se pueda imponer ni predecir, e incluso aunque esto fuera posible, en muchas ocasiones no podríamos afirmar que antemano cuáles serían los frutos, por tanto, sería mejor permitir a los individuos seguir su propio camino, proporcionando -de esta forma- a la sociedad una gran cantidad de ideas y posibilidades alternativas entre las que escoger.
Todo lo anterior choca a veces con los planteamientos formales de la economía y más exactamente con los de la “economía del comportamiento”, las cuales persiguen una eficiencia total en la asignación de recursos, considerando –en muchas ocasiones- las posibilidades dinámicas generadas a través de la libertad y la creatividad una pérdida de recursos que podrían dedicarse a una producción efectiva. Así pues, hay una diferencia de perspectiva entre el liberalismo clásico y el enfoque que hacen sobre la investigación para la innovación la mayoría de economistas que trabajan en el mundo empresarial.
Según esos economistas, el precio establecido en un mercado libre sería “eficiente” si en que igualar el costo marginal de producir una determinada innovación, solamente si ese costo es cubierto con el retorno económico producido por el consumo de esa innovación.
Es cierto que en múltiples ocasiones el precio de mercado no puede ser eficiente, lo cual hace que la creatividad y la innovación pasen a un segundo plano y la importancia de generar nuevas ideas y productos sea subestimada en la búsqueda de resultados contables inmediatos.
Podríamos por tanto hacernos una pregunta interesante: ¿Hasta qué punto deben las instituciones centrarse en el desarrollo y defensa de la libertad individual y la creatividad frente a las regulaciones? ¿Si es más eficiente la regulación y disminución de la innovación, como actuar al respecto?
El problema viene determinado por algo que –a mi juicio-no suele tenerse en cuenta en los modelos creados por economistas y desvirtúa gravemente los resultados. La mayor parte de esos trabajos realizados por economistas, aborda con mucho mayor énfasis la corrección de imperfecciones, los aspectos económicos de inicio y no suele valorar los potenciales desarrollos posteriores derivados de esa primera innovación. Resumiendo, los modelos económicos que abordan la innovación y sus costes, suelen pecar de simplismo, son modelos escuetos, formales, matemáticos, los cuales dejan de lado la riqueza que el pensamiento innovador aporta a medio y largo plazo. La mayoría de ellos no saben, no pueden o no quieren, incorporar realmente la creatividad y la individualidad.
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