5 abr 2010

HABILIDADES CONVERSACIONALES ®



La mayoría de las personas nos tenemos por buenos comunicadores, pero seguramente nos llevaríamos una sorpresa al escuchar algunos de los comentarios que nuestros interlocutores han expresado tras un rato de disertación por nuestra parte. Es cierto que la comunicación necesita de explicaciones mucho más extensas de lo que pueda ser este post, e incluso la suma de todos los demás que sobre este aspecto he insertado a lo largo de la existencia del blog, pero permitidme intentar una serie de  sencillos consejos que me parecen cruciales.
- Identifica las preferencias de tu interlocutor. 
A nosotros pueden interesarnos unos determinados temas, pero puede que éstos
no sean del agrado de la otra persona. Recuerdo mi sorpresa cuando uno de mis profesores inicio el curso diciendo “Entonces ¿de qué os gustaría que habláramos hoy?” . Aquella persona tenía la suficiente habilidad para diez minutos más tarde tenernos conversando sobre el tema de la lección, con la convicción de que era lo que nosotros habíamos elegido. En mis primeras relaciones con norteamericanos, quedé igualmente sorprendido por esa franqueza -al iniciar una reunión- según la cual puede y debe realizarse esa misma pregunta u otra similar. Habremos creado en el otro la idea de que sus intereses son los nuestros, captado su interés, planteado que no estamos decididos a imponer un tema que no sea de su agrado y ofrecido la posibilidad de que expresen su opinión, lo cual será para nosotros importantísimo, pues nos da la posibilidad de recolectar información. “Todos los caminos llevan a Roma”, pues bien, nuestra habilidad deberá ser capaz de llevar la conversación a aquellos aspectos que queramos tratar.
- Utiliza fórmulas para entrar en lo “ tuyo”. 
A veces será difícil llegar al tema a tratar, frases como “tuve una experiencia interesante que quiero compartir contigo” o bien “tenemos un problema y tu consejo me vendría bien” involucran al otro y captan su atención.
- La regla de oro de toda conversación. 
Intenta hablar entre un 30 y 50% del tiempo, cediendo a tu interlocutor el 50 al 70 % restante.
- Regla del semáforo. 
Aunque los tiempos varían en función del contexto y de los paises o culturas,  para un encuentro a dos podemos considerar que durante los primeros 30 segundos nuestra luz está verde, en los 30 siguientes pasa al amarillo, más tarde aparecerá el rojo. Cuando el oyente se aburra, encuentre que la situación le abruma o tenga una respuesta que no puede expresar. Por tanto, si después de un minuto nuestro semáforo está en rojo, eso significa que este es el tiempo en que ya debemos de haber cedido la palabra a nuestro oyente, o haber realizado la pregunta de nuestro interés.
- Hágase próximo. 
Revele alguna cosa sobre sí mismo que le acerque al escucha. Plantear que nos enfrentamos a un problema similar es un buen punto.
- Escucha “real o activa”. 
Escuchar significa -también- mantener la mirada, asentir con movimientos de cabeza o monosílabos, estar atento a los cambios de tono, a las inflexiones que nos permiten detectar cuáles son los aspectos a los que el otro da más importancia. Observar el lenguaje corporal, esa parte “no hablada” sobre la que debemos tener en cuenta que en caso de no coincidir con lo que se nos dice oralmente, es la que expresa lo que realmente piensa esa persona. Es mucho más difícil mentir a través de lenguaje corporal que con la palabra.
- No interrumpas. 
Solamente si es necesario reordenar la conversación, si crees que ambos os beneficiareis con tu nueva aportación, o piensas que el dato a introducir es de suma importancia debes de interrumpir la disertación de la otra persona.
- Evita la tentación de dar consejos. 
 Aunque parezca que nos lo están pidiendo, en ocasiones sólo buscarán expresarlo, sacarlo fuera. Para estar seguros se puede utilizar como preguntar algo similar a “¿Te importa si te hago una sugerencia?” o bien “¿Me permites unas preguntas para poder ayudarte, o crees que hay más partes del asunto que debes explicarme?”. Este es el momento de estar muy atento a la reacción de nuestro interlocutor para saber si realmente quiere nuestra opinión, o solamente expresar sus opiniones o sentimientos.
Cuando no estemos seguros de haber entendido algo, esperar al momento oportuno para afirmar algo así como “No estoy seguro de haber entendido”. Entonces, resumir lo que nos han dicho y esperar la respuesta.
- La banalidad cansa. 
En una conversación larga, aunque sea en momentos de asueto, en una invitación informal, sentados en el jardín tras una comida agradable, etcétera, deberemos abordar algún tema “profundo”, pero manteniéndonos en “alerta” para detectar la incomodidad o falta de interés y retomar rápidamente un camino apropiado.
- No a las críticas
Al menos tal y como las entendemos, siempre se pueden suavizar con una frase como “¿Me pregunto si es posible…? y al final añadir “¿Tú que opinas?” Le dejamos la puerta abierta a una respuesta cordial,en un plano de igualdad con lo que él piense.
- Busca el momento.
Por ejemplo, si el otro está enojado, o lo estas tú, déjalo, incluso una pequeña interrupción como ir al baño y allí respirar profundamente puede ayudar a ambos.

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