Si ustedes miran el título de este post, al margen de la preposición “de” y del artículo indeterminado “un” aparecen dos palabras de las que les voy a confesar el porqué. He utilizado el término soliloquio porque este escrito no es sino una reflexión en voz alta y a solas con la que trató de decir porque estoy perplejo, desorientado y confundido.
Vayan por delante cuatro confesiones:
-Soy fumador aunque estuve catorce años sin tocar un cigarrillo (desde que nací hasta los catorce), desde entonces hasta aquí he comprado varias cosechas completas y por tanto pueden ustedes pensar que soy juez y parte al enjuiciar la que se ha dado en llamar “Ley Antitabaco”, aunque no pueda ser considerada así puesto que en la misma con un cinismo intolerable se amplían y multiplican los lugares de venta.
-Amo la libertad y odio a los tiranos.
-Vivo en España, un lugar en el que últimamente una diarrea legislativa aguda impone prohibiciones un día sí y otro también, donde la necesidad de crear cortinas de humo que oculten los grandes problemas, la inoperancia y la estulticia de aquellos que nos gobiernan, extiende la intolerancia hacia cualquier actitud no concordante con las “brillantes” ideas de aquellos que nos gobiernan.
-Incluso en mi propia casa respeto el derecho a no inhalar humo de mis cigarrillos de aquellos que no fumando conviven conmigo.
Pero dicho lo anterior, es igual de cierto que aborrezco la mentira y ésta es consustancial con lo que rodea esta jodida ley, una más de las que nos están llevando a ser dos Españas irreconciliables, cerriles y montaraces en sus planteamientos. Aquí ya sólo se puede ser del Madrid o del Barcelona, de derechas o de izquierdas, fumador o ex fumador, pro o anti, buena persona se piensas como yo y un fascista consumado si lo haces de forma diferente, sin que sea necesario argumentar, es así porque lo decimos nosotros, los míos y yo y tú y los tuyos no tenéis derecho a pensar lo contrario. ¡Cuánto disparate!...
Así que vamos a enfocar estas respuestas a la ley desde el aspecto científico que parece ser el menos discutible.
1.- Los estudios de la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos.
El más utilizado de los argumentos a favor de la limitación es el que afirma que los fumadores perjudicamos la salud de aquellos que no fuman y para ello se recurre generalmente a los resultados del estudio realizado por la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos, que examinaba 30 publicaciones previas. Es cierto que en él aparecen datos a favor de la tesis prohibicionista, pero también es cierto que de los 30 estudios analizados 24 no encontraron ninguna relación entre el tan cacareado cáncer de pulmón y el ser fumador pasivo. No olvido que sí hubo 6 estudios que afirman haber encontrado esa relación. Pero claro, si lo que pretendemos es prohibir, siempre es mejor ocultar los resultados de 24 trabajos y centrarse en esos 6 que apoyan nuestra tesis. El único problema es que eso no es ciencia, es manipulación, más aún si resulta que el riesgo estimado por los trabajos en los que se apoyan las tesis prohibicionistas es tan pequeño que existen otros estudios epidemiológicos imparciales que afirman que esas pequeñas desviaciones pueden deberse a la omisión de otros factores, e incluso al azar.
2.- Organización Mundial de la Salud. Se adhiere al pensamiento dominante aunque los resultados de su más amplio estudio no apoyen esa creencia.
Los detractores del tabaco utilizan con frecuencia los consejos de esta organización, pero ¡ay, no todo es honestidad en la misma! Resulta que en su mayor estudio sobre el tabaco escogió a 650 pacientes con cáncer de pulmón y 1.542 personas sanas para analizar cuántos habían vivido en un ambiente contaminado por el humo del tabaco. Se pensaba que los resultados serían concluyentes, pero resultó que ambos grupos habían sido fumadores pasivos en la misma proporción. Hubo conatos conmovedores de ocultar los resultados, pero eran tantos los involucrados que aquello resultó imposible.
3,- El escondido estudio del Doctor Keith Phillips o “hay que ocultar lo que no favorece nuestra opinión”.
El estudio consistió en la instalación de captadores de humo en lugares donde se fumaba abundantemente y en posiciones similares a aquellas en las que estarían situados los posibles fumadores pasivos. Durante un año se recogieron y analizaron las sustancias contenidas en esos captadores. El resultado fue que la inhalación de esos productos a través del humo exhalado por los fumadores se producía en una cantidad equivalente a fumar 6 cigarrillos… en un año. Confrontados estos datos con los que resultaron de los estudios de la Environmental Protection Agency (EPA) de Estados Unidos (citados en el primero de los puntos) y las conclusiones de estos respecto a los niveles que realmente inducían el cáncer de pulmón, resultó que para llegar a esos niveles un fumador pasivo necesitaría encerrarse en una habitación de 10 m² sin ventilación con 300 fumadores que fumaran 62 paquetes cada hora (no hay error en las cifras, 300 y 62)... durante cuarenta años. Así que, a ocultar el estudio y las partes que de él se conozcan, a difamarlas.
Como esto se está haciendo demasiado largo me van ustedes a permitir que no siga utilizando argumentos científicos en contra de esta prohibición absurda por su radicalismo, los cuales no merman mi convencimiento de que el tabaco huele mal, sabe mal y perjudicar la salud, existen sin duda razones para que multitud de personas desaprueben el tabaco, pero… ¿es razón suficiente esa desaprobación para que prácticamente se obligue a prescindir de su uso a aquellos que siente placer en fumar un cigarrillo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario