En la década de los 70 andaba por Valladolid un grupo de moteros mal mirados, uno, ósea yo mismo, montaba generalmente una Sanglas 400 comprada -en segunda instancia- por mi hermano Carlos, ese que hoy conduce una BMW con más caballos que el ejercito de Atila y que ha enseñado el camino al tercero de la saga, Rafa, también
BeMeuWero a diario. Eran tiempos gloriosos en que salir del límite de la provincia suponía, inevitablemente, pasar alguna calamidad, ¡Que lujo aquella manta que Bernardo desplegaba en la cuneta para no perder piezas cuando había que operar a corazón abierto! Muchas de aquellas motos entregaron sus cenizas, aunque alguna R25 aún mire orgullosa desde un rincón del despacho a algún nostálgico con ganas de sacarle brillo. Las que quedaron en el camino a veces no lo hicieron solas, se llevaron con ellas al jinete (Luis, amigo, pasa el tiempo pero no el recuerdo), otras simplemente lo mandaron a la UCI pensando que de allí nunca saldrían y fueron días duros, pero una vez fuera volvieron a intentarlo, tantos días en coma -verdad Carlos, hermano- son duros pensando en la moto, en los viajes, en los amigos de las dos ruedas.
En aquel tiempo corria un rumor, decian que en algún lugar de Centroeuropa había una locura que se llamaba "Elefantentreffen", no podía ser verdad lo que contaban, nieve, frío, motos, pero existía y aquella reunión que los veteranos de la Wehrmacht, excombatientes y exconductores de las Zündapp KS750 sidecar (conocidas como Elefanten por los soldados alemanes) hacían desde 1956 en Stuttgart, con su duro invierno, las carreteras heladas... ¡existia! El mito había nacido para nosotros, había que ir. Un día alguien planteó -en una de aquellas reuniones en el Campero- que por qué no empezar aquí con nuestras Sanglas, Ducatis (Vento y de las otras), Bultacos, BMW, Montesas. Podíamos hacer algo similar, por frío no sería, y se hizo, apareció Mariano Parellada, una locomotora capaz de arrastrar desde su tranquilidad aparente a todos los demás, Potoco, amigo, cuantos años, cuanto tiempo desde aquellas primeras reuniones en Herrera de Duero, aquella heladora en Fuensaldaña, 15, quizá 16º bajo cero, ni las motos arrancaban.
Hoy la Elefantentreffen se mira en el espejo de Pinguinos, las más grande concentración invernal del mundo. Algunos llevamos con orgullo la insignia de plata que nos puso un amigo en la solapa y otros portan las antorchas sin saber que fue en aquellas Elefantentreffen donde tuvo lugar el primer desfile de antorchas, una por cada camarada caído en el frente. También aquí han dejado la vida algunos de los nuestros, cuidaros hermanos y que este año todos, todos, estemos de vuelta a casa pasados estos días del frío Enero.
Para los que no conocen la Elefantentreffen, aquí les dejo un video que demuestra que no es necesaria una gran moto para llegar hasta ella.
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ResponderEliminar¡Con una vespa, que tio! Tampoco está mal Pinguinos.Yo os recuerdo a aquella pandilla de las motos que parabais por Campero, os veia por las tardes. Llevavais chicas guapas con vosotros. Algunos, o muchos, os envidiabamos.sana envidia, a lo mejor tengo moto por veros a vosotros
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