29 ene 2010

CABEZAS REDUCIDAS/CEREBROS JIBARIZADOS.

Algunas noches, después de comer lo que haya y beber lo que acaezca, mis amigos y yo terminamos aullando a luna, -por supuesto simbólicamente y solo cuando es llena- o diseccionando el mundo hasta las tantas en ese trozo de Castilla donde disfruto de su amistad, me peleo con unas cuantas vides, observo increíbles atardeceres y escribo a veces estas líneas mal
organizadas. Allí, si quieren cenar, beber, conversar o simplemente convivir, deben hacerlo entre recuerdos de viajes más o menos lejanos y entre ellos, fotos, armas, instrumentos, pieles de serpientes que algún día -a falta de otra cosa- sirvieron de pitanza y otros recuerdos de tribus amazónicas, Maynas, Cocaguas, Yurimaguas, Shuar o Jibaros (esta palabra no la uséis en su presencia, la consideran un insulto, ellos son los “suhar”, los hombres, los demás son sombras, remedos de hombre que algún día se comerá la selva)…algunos tontos étnicos aún creen traerse a casa las famosas cabezas humanas reducidas, a un precio considerable y sin saber que -a pesar de noticias escandalosas como las recientemente aparecidas sobre jóvenes descabezadas presuntamente para seguir este comercio- hace 50 años que solo se cortan cabezas a los monos “seepu”, los más parecidos al ser humano y se venden como si fueran la jeta del vecino venida a menos. Pero no se trataba de esto, sino de que si ellos en algún momento jibarizaron cabezas, paréceme que aquí y ahora, son nuestros cerebros los que se han contraído por mor de no sé que malas hierbas cocidas al calor de un fuego maldito. Esta mañana, una feminazi oportunista, seguidora -¡cómo no!- de esta ignorancia nacional de la que hasta presumimos como gilipollas y analfabeta emocional disfrazada de administradora de justicia -¿Por qué siempre los tiranos asumirán el mismo disfraz?- trataba de convencerme de la bondad del aborto, nada extraño, una más de esas necias que han conseguido elevar su estupidez a la categoría de norma de obligado cumplimiento. En un momento determinado de la conversación mi mente, dada la inutilidad de una respuesta, comenzó a divagar y por esos recovecos de la memoria, se me coló la imagen de una india shuar que al mostrarme con orgullo su hijo casi recién nacido, me dio de él una edad claramente superior a la del casi neonato. Cuando le afeé su mentira, muy ofendida me dijo “trece lunas (un año), ni una más ni una menos, cuatro en su hamaca y nueve acá entre nosotros (mientras se tocaba el vientre) en la misma maloca. Mi hijo, como todos los shuar, cuenta su tiempo desde el día que se engendró
La lista postmoderna seguía -con esa autosuficiencia que deja a la razón indefensa-perorando y vociferando disparates  sobre el feto y la actualidad, la miré, me dí la vuelta y me fui pensando quién le había sacado el cerebro sin cortarle la cabeza, milagros de la cirugía aplicados con las técnicas de la postmodernidad que afortunadamente no han alcanzado aún a aquellos que reconocen en sus hijos un ser que vive entre ellos “desde el día que se engendró”.

5 comentarios:

  1. A veces los salvajes nos dan ejemplo

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  3. Como varias personas nos vieron hablar saben a quien llamas todas esas cosas, gracias desgraciado.

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  4. aceptar la posibilidad de que se os devuelva vuestra propia medicina. ¿Recuerdas haber dicho que “los creyentes son imbéciles”, “”aquí se hace lo que la ley marca y al que no le guste que se joda que para eso cobra”, “los médicos y sanitarios son unos sinvergüenzas”, “solo los machistas...”, etc., todo ello sin conocer a la mayoría de las personas a las que insultabas.? Yo sí sé de quien y porqué hablo, pero en fin, ahora todos saben que soy un “desgraciado”. Quedará en mi blog porque quizá tu opinión sea -en este caso- cierta. ¿Quién sabe? Un saludo

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