5 jun 2010

PORQUÉ NO SOY “PROGRE”?


Una primera razón, y de peso, viene dada por el hecho de que soy tan vago como el que más, aunque por ir justito de talento tenga que doblar el lomo a diario. Y es que el ser progre… ¡tiene que ser tan cansado! Ser progre es estar en cualquier momento que la situación lo precise ejerciendo de espécimen perfecto por naturaleza, estar dispuesto a todas horas para soltar un discurso -que nadie te ha pedido- a esos individuos descarriados que viven en lo políticamente incorrecto.
Porque no quiero tener un convencimiento absoluto de nada y prefiero vivir con todas mis dudas, pensar que a veces, no siempre, los otros pueden tener razón. Es más, creo que si ese
convencimiento absoluto se debe de tener sobre algo, ese algo debe de ser el que “una dosis de humildad nunca está de más”. Sin embargo, cualquier progre que se precie, estará totalmente convencido no solamente de “sus verdades” y su doctrina, sino de tener siempre la razón, e igualmente de la necesidad de expresarse respecto a ellas con inmodestia, suficiencia y una buena dosis de agresividad.
Porque igual que exijo mi derecho a expresarme, exijo para los demás poder hacer lo mismo, y que ambos puedan luego seguir manteniendo sus ideas sin que unos tengan que ponerse sobre otros a sangre y fuego en esta cruzada que los misioneros del laicismo, la corrección política y la progresía (entre otras muchas inconfundibles certezas) tratan de imponer blandiendo al aire la Biblia progresista.
Porque los criterios únicos siempre me han dado miedo y aún más si por tener un criterio discrepante (demócratas ellos) te expulsan de su paraíso, aunque ese edén en la mayoría de los casos sólo sea un espejismo, un puestecito asignado a dedo desde el que mirar con displicencia al que se partió los cuernos para hacer una oposición y cumple con su trabajo día a día, mientras esta cuadrilla de golfos apandadores le echa más morro que una tribu de negros silbando el Only Yu.
Porque son incapaces de entender que sus creencias no tienen porqué ser las mías, ni sus dogmas, ni sus credos y en consecuencia son pesados, insistentes, aburridos, inoportunos, molestos y si les digo que vivan su vida con la sinceridad que les permitan sus servidumbres políticas o personales y nos dejen a los demás vivir la nuestra tal y como la concebimos, la primera palabra que aparece su boca es “fascista”. ¡Hay que joderse!
Porque sus complejos les dejan tuertos del ojo izquierdo, incapaces de observar las barbaridades que por ese lado suceden.
Porque si un día me pongo a desenterrar muertos por las cunetas no les mirare el carnet.
Porque tengo mucho o poco es lo suficiente y no quiero tener nada que me obligue a salir a la calle detrás de una pancarta, furibundo, colérico, asumiendo algo inasumible, ser la voz y el pensamiento único de todo un pueblo, tomando partido en una guerra vergonzosa acaecida setenta años atrás, en la que ni participé ni me hubiera gustado participar y que además a ellos les importa una mierda, si no es para que les subvencionen una película o diez conciertos, todo para poder salvar sus prebendas y subvenciones. Si lo hiciera, al volver a una de esas residencias compradas con el dinero de las gratificaciones estatales que a algunos tanto les gustan, no sabría cómo explicar a mis hijos mi odio por el capitalismo y mi sometimiento al mismo.
Porque si cuándo me haga viejo decido contarles a mis nietos algo de aquellos tiempos en que no éramos cobardes, podré añadir a que sabían los golpes de las porras de “los grises”, porqué me rebelé entonces y protesto ahora, añadiendo que algunos –quizá por ser menos peligroso- decidieron combatir al franquismoa través del silencio y la indiferencia (sic Almodovar).
Porque antaño una dictadura quiso salvar mi alma y llevarme al cielo contra mi voluntad y logré pecar, unas veces a escondidas y otras no tanto y no puedo aceptar que hoy -un gobierno igualmente dictatorial- haya decidido salvar mi cuerpo prohibiéndome fumar, beber, conducir sin cinturónintentando vacunarme a la fuerza de algo en lo que al final tuvimos razón los excépticos.
Porque me “pone” verles sufrir si me defino como católico, aunque sólo sea por agradecimiento a “la Cristiandad” -nombre de este continente hasta el periodo situado entre la Reforma y el Renacimiento- que generó a lo largo de siglos la posibilidad de discutir, entre otras cosas, si me admiten -o no- en su paraíso progresista, aunque no me defina como musulmán, hinduista o ateo, cuando no antirreligioso o impío, situación que a sus ojos automáticamente me haría más tolerante, condescendiente y flexible, añadiendo que algo así como son ellos, lo cual me convertiría automáticamente en un progre y demócrata de toda la vida, una maravilla, un adorador del Dios Estado y de sus sacerdotes los políticos.
Porque me joden los pufos, las estafas, los desfalcos organizados desde el poder vengan de quien vengan y no aguantó el olor de las alcantarillas, aunque lleven el anagrama de mi partido. Porque si fuera progre tendría que mirar al cielo y silbar cuando los ladrones fueran de los míos, eso en el mejor de los casos, cuando no contestar al “¿adónde vas?” con el consabido “manzanas traigo”. En el peor de los casos, acudir a la puerta de la cárcel a vitorear a personas condenadas por crear una banda de asesinos a sueldo (aunque sea para asesinar a otros asesinos), más aún si lo han hecho desde las cloacas del estado y desde importantes cargos a los que se le supone una mínima dignidad.
Porque no sé si me gustan las banderas, pero sacar a estas alturas a pasear aquellas que representan el momento en que en el parlamento se hacían amenazas de muerte, en la calle se decía que la única iglesia que alumbraba era la que ardía, el líder de la oposición era asesinado por guardaespaldas del Sr. Prieto, no se respetaban los resultados electorales, etc.,  me parece, tirando por lo bajo una broma de mal gusto y si lo analizo seriamente una actitud innoble, un acto intolerable de brutos inconscientes o iletrados violentos.
Porque las legitimaciones de origen siempre me han parecido inaceptables y sería tan fácil como declararme progre “de toda la vida" para haber nacido coronado con la posesión de la verdad absoluta y la posibilidad de trasmitirla mediante mis palabras, haber crecido sin maldad y merecer todas las bondades.
Porque no tengo claro el porqué todos los americanos son unos seres diabólicos y por ello debo odiarles y declararme antiamericano, ni porqué todos se convierten en unos seres angelicales, mis hermanos con los que ir a rezar a ese Dios que aquí desprecio y consideró el causante de todos los males, solamente porque el que manda tenga la piel en blanco y negro.
Porque, definitivamente, tampoco tengo claro lo que es ser progre, si ser pacifista y condenar solamente la guerra de Irak tolerando todas las demás. Si ser una mente preclara capaz de ver lo que los demás no ven, o dejarme seducir por algún credo comunista, socialista, ecologista, activista, anarquista, marxista, capitalista, propagandista o anticapitalista que me permita unirme al pensamiento único y de paso recibir dinero expropiado a los trabajadores.
Porque no tengo claro que sea más importante ayudar a los que pasan calamidades en África que a los que lo hacen a la vuelta de la esquina.
Por eso, porque tengo muchas dudas y pocas convicciones, no quiero ser progre. Por eso y porque creo que las dudas es lo que puede hacernos pensar y quiero dejar a los demás pensar por sí mismos y que a mí también me dejen hacerlo, es por lo que no soy progre. Por eso y porque me da miedo que alguien pueda decidir qué es verdad y qué no.

Por todo eso es por lo que no soy progre… ¿O SÍ?

1 comentario:

  1. Muchas y buenas razones. Sigo tu blog casi todos los días. Un vallisoletano en Madrid

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